La neumonía es la inflamación infecciosa del parénquima pulmonar, es decir, de los bronquiolos y de los alvéolos. En ellos se acumula un exudado que altera el intercambio gaseoso.
Las neumonías son relativamente raras en los individuos sanos gracias a las defensas naturales que poseemos; así, los pulmones normales son estériles por debajo de las primeras divisiones bronquiales.
Las defensas respiratorias son una mezcla compleja de barreras anatómicas (cierre reflejo de la glotis, filtrado aerodinámico de partículas gracias a las numerosas ramificaciones del árbol bronquial, etc.) y mecanismos de limpieza presentes en la nasofaringe y en las vías respiratorias altas (barrido de partículas por los cilios de la mucosa respiratoria, respuesta de la tos, etc.), y de factores inmunitarios locales en los alvéolos (macrófagos alveolares, inmunoglobulinas, sistema de complemento...).
Hay tres patrones de presentación de una neumonía, de distinta causa y distinto pronóstico:
- Neumonía alveolar: la inflamación afecta a muchos alvéolos contiguos por lo que en la radiografía aparece una zona densa delimitada. Un ejemplo clásico es la neumonía producida por el neumococo.
- Neumonía intersticial: la inflamación predomina en los tabiques que separan los alvéolos, produciendo una imagen radiográfica en forma de red. Esto ocurre en las neumonías por Mycoplasma pneumoniae, Pneumocystis carinii y virus.
- Bronconeumonía: la inflamación se limita a las vías respiratorias de conducción, sobre todo, a los bronquios terminales y respiratorios. Un ejemplo típico es la neumonía por estafilococo.
El conjunto de características clínicas, radiológicas y analíticas de las neumonías, permite la agrupación de la mayoría de los pacientes en dos grandes apartados:
- Neumonía atípica
- Neumonía típica

Síntomas
Los síntomas principales de la neumonía son tos, fiebre, expectoración sucia, dolor torácico localizado a punta de dedo en la zona afectada y disnea. Con frecuencia la neumonía viene precedida por un catarro u otra infección viral leve de las vías respiratorias. Los pacientes ancianos o gravemente enfermos pueden tener poca tos, escasa producción de esputo, pocos síntomas respiratorios y ausencia de fiebre.
Neumonía atípica
Su presentación clínica suele ser más solapada, con menos fiebre o mejor tolerada, generalmente sin escalofríos y con menor afectación inicial del estado general. Los síntomas respiratorios también son menos llamativos.
Neumonía típica
Se caracteriza por su inicio brusco, con fiebre y escalofríos y aparición habitualmente florida de manifestaciones respiratorias: tos con expectoración purulenta, dolor intenso de costado, que aumenta con la respiración y disnea. A veces se acompaña herpes labial.
¿Qué le preguntará su médico?
Los gérmenes de la neumonía llegan al parénquima pulmonar de varias formas, en general, por inhalación directa de partículas infecciosas desde el aire ambiental o por aspiración de secreciones propias de la boca o de la nasofaringe, lo que ocurre con frecuencia en personas con la conciencia alterada (enfermos en estado de coma, intoxicación por alcohol, etc.). En otras ocasiones más raras, el microorganismo se instala en el pulmón a través de la sangre o por proximidad desde otros órganos.
El tabaquismo y la bronquitis crónica favorecen las infecciones por ciertos gérmenes (neumococo, haemophilus influenzae y legionella pneumophila).El uso previo de antibióticos, la malnutrición y muchas enfermedades graves favorecen la adquisición de otras bacterias (bacilos gramnegativos).
El estrés de la hospitalización, la cirugía y tratamientos agresivos promueven la rápida colonización de microorganismos especialmente agresivos en los pacientes ingresados en los hospitales y pueden derivar en la llamada neumonía nosocomial, con una considerable mortalidad.
Neumonía atípica
Los causantes de este tipo son Mycoplasma pneumoniae, Coxiella burnetti, Chlamydia pneumoniae y Chlamydia psittaci.
Neumonía típica
La causa más frecuente de este tipo es el neumococo.
Diagnóstico
En la exploración médica, la auscultación pulmonar puede mostrar ciertos signos muy típicos en las neumonías (estertores inspiratorios, soplo tubárico, etc), pero en general la radiografía del tórax resulta fundamental para confirmar la existencia de la enfermedad.
El análisis de sangre ayuda al diagnóstico por aumento de leucocitos si la neumonía es de origen bacteriano, no así si es vírica. Además, el examen al microscopio y el cultivo de las secreciones respiratorias nos permite identificar el germen causante de la enfermedad y elegir el tratamiento específico para el mismo. Esto se hace sobre una muestra de esputo.
Cuando esto no es posible, como en pacientes debilitados, o que no expectoran, se obtiene la muestra para el cultivo por medios más invasivos, como la endoscopia bronquial (la introducción de un tubo aspirante en los bronquios) o la biopsia pulmonar (la toma quirúrgica de un fragmento de pulmón). También se pueden hacer hemocultivos (cultivos de la sangre del paciente, donde puede circular el germen causante de la neumonía).
Neumonía atípica
La radiografía de tórax suele mostrar un infiltrado generalizado (intersticial). Los leucocitos son normales o poco elevados. Necesitan antibióticos específicos.
Neumonía típica
En la auscultación, el médico localiza el proceso en una zona bien delimitada. Al efectuar radiografías, se confirma la existencia de un foco de condensación concreto (única o varios). En la sangre se aprecia leucocitosis (aumento de la cifra de leucocitos).
Tratamiento
El tratamiento de esta enfermedad, potencialmente grave, compete por completo al médico responsable de paciente, generalmente en ingreso hospitalario (aunque en casos de personas jóvenes y sanas, con neumonías leves, pueden tratarse domiciliariamente.
En general se adoptan unas medidas de soporte necesarias, como el aporte de líquidos, fármacos antitérmicos (si existe fiebre), oxígeno (si hay compromiso respiratorio) y broncodilatadores cuando existe broncoespasmo.
Junto a ello, el tratamiento curativo obliga a la administración de un antibiótico adecuado al germen responsable de la enfermedad, que el médico decide según las características del cuadro y los resultados de las pruebas diagnósticas efectuadas. En general, suele ser distinto si la neumonía se ha adquirido en el hospital o fuera de él.
En los casos en que la escasa gravedad del cuadro permita el tratamiento en el domicilio del paciente, este guardará reposo hasta su curación, siendo importante el suministro abundante de líquidos y el cumplimiento estricto del tratamiento antibiótico aconsejado.
Si todo transcurre adecuadamente, el paciente estará sin fiebre en las primeras 48 horas y experimentará una mejoría progresiva en las fechas siguientes. Durante todo el tratamiento debe vigilarse la posible aparición de complicaciones, lo que debe sospecharse si reaparece la fiebre (puede indicar sobreinfección por otro germen) o aumenta la dificultad respiratoria (puede deberse a la aparición de un derrame pleural o al colapso de una zona pulmonar)
Neumonía atípica: Necesitan antibióticos específicos.
Neumonía típica: Gran parte de estas neumonías continúan tratándose con la penicilina clásica.
Pronóstico
Gracias al tratamiento antibiótico la mayoría se resuelven sin dejar secuelas ni cicatrices.