
Descripción de la fiebre:
La fiebre es la elevación de la temperatura corporal por encima de sus valores normales. Los valores normales cambian de una a otra persona y en la misma a lo largo del día. Por la tarde la temperatura suele ser mayor que por la mañana. La comida, el ejercicio y otras circunstancias también aumentan la temperatura sin que signifique que exista una anomalía. Por ejemplo, las mujeres no menopáusicas suelen tener hasta 0,6 ºC más de temperatura tras la ovulación que antes de ella, lo que sirve como método para determinar su periodo fértil en cada ciclo.
La fiebre se produce por un aumento en el termostato interno. El cuerpo tiene un complejo sistema de control de temperatura corporal controlado por un centro cerebral situado en el hipotálamo. El hipotálamo se encarga de mantener la temperatura corporal entorno a los 37ºC regulando los mecanismos del cuerpo para producir calor o para eliminarlo, según la temperatura ambiente en la que nos encontremos.
Si la temperatura exterior es baja y el cuerpo pierde temperatura, el hipotálamo intenta mantenerla produciendo calor con varios mecanismos reflejos: se producen movimientos musculares (tiritonas y escalofríos), se reduce la superficie corporal expuesta (nos encogemos, abrazamos el cuerpo con los brazos), se contraen los vasos sanguíneos de la piel (vasoconstricción capilar) para que la sangre no pierda temperatura (la piel se pone “morada”) y se intenta formar una cámara de aire aislante en la superficie corporal erizando el vello corporal (“piel de gallina”). Este último sistema es poco efectivo en el hombre por su escaso vello corporal.
Si la temperatura exterior es elevada, el hipotálamo ordena una pérdida de calor: disminuye los movimientos musculares, aumenta la superficie corporal expuesta (extremidades despegadas del cuerpo), dilata los vasos sanguíneos para que la sangre pierda calor enrojeciendo la piel (“sofoco”), produce sudor que enfría la piel por evaporación y estimula el mecanismo de la sed para poder producir más sudor. Si además el líquido ingerido es frío también colabora en reducir la temperatura corporal.
Tradicionalmente se le ha dado un significado defensivo frente a una agresión infecciosa. Actúa de diversos modos ayudando a defenderse al organismo: dificulta el crecimiento de ciertos organismos (por ejemplo, el bacilo de la tuberculosis o el treponema de la sífilis) y estimula el funcionamiento del sistema inmunológico.
Síntomas:
En la aparición de la fiebre se puede distinguir en tres fases:
- Instauración o comienzo de la fiebre, que será más o menos aparente según la velocidad de instauración. Si es una instauración muy rápida se produce piel de gallina, fría, pálida y contracciones musculares (escalofríos y tiritona).
- Mantenimiento de la fiebre, tras equilibrarse la producción y eliminación de calor y permanecer el organismo a una temperatura elevada.
- Descenso de la fiebre, cuando la temperatura se normaliza tras producirse una pérdida de calor. Si la bajada de la fiebre es muy rápida se produce una sudoración profusa.
Por lo tanto, la tiritona significa aumento de fiebre brusco y la sudación bajada brusca de la misma. Lo normal es que ambos procesos sean graduales y no se manifieste ni el escalofrío ni la sudación.
La fiebre produce muchas molestias y disconfort en el paciente (debilidad, dolor de cabeza, imposibilidad de concentración, etc.).
Frecuencia y Causas de la Enfermedad:
Son múltiples las causas de la fiebre. La gran mayoría de las veces es por una enfermedad infecciosa pero no hay que olvidar otras causas raras, sobre todo en fiebres prolongadas:
- Infecciones: invasión y afectación del organismo por microorganismos (virus, bacterias, hongos, protozoos u otros parásitos).
- Inflamaciones no infecciosas: un gran hematoma puede dar fiebre, una inflamación de una articulación por una artritis puede dar fiebre (por ejemplo durante un ataque de gota).
- Enfermedades hormonales, como el hipertiroidismo.
- Alteraciones del sistema nervioso central, por ejemplo después de un accidente con traumatismo craneal se debe vigilar la aparición de fiebre que podría significar una afectación de las funciones cerebrales.
- Necrosis (muerte) de tejidos, como ocurre en el infarto de miocardio, o tras una operación quirúrgica en la que se destruyen tejidos.
- Tumores: frecuentemente producen fiebre en algún momento de su evolución.
Diagnóstico:
Es el principal dato de alarma que todas las personas deben conocer. Es un signo, fácil de medir con un termómetro doméstico, que debe considerarse sinónimo de que algo va mal en el organismo: no existe la fiebre en individuos sanos.
La temperatura corporal normal se considera 37º C en la axila. Sin embargo, algunas personas tienen por la tarde temperaturas axilares de 37.7ºC no teniendo ninguna patología y encontrándose perfectamente normales. La temperatura en el recto es medio grado más alta. Se consideran anormales las temperaturas que superen estos valores: febrícula si la temperatura es menor de 38 grados y fiebre a partir de 38 grados medidos en la axila o 38,5 ºC de temperatura rectal.
La fiebre, si no se actúa sobre ella, puede adoptar distintos patrones a lo largo del tiempo. Actualmente con la utilización profusa de antitérmicos rara vez se identifican estos patrones que son de valor diagnóstico. No hay que olvidar que la fiebre no es más que un signo acompañante de un trastorno, no es una enfermedad en sí. Debe evitarse la toma de medicamentos contra la fiebre, salvo indicación expresa del médico, si no se conoce la enfermedad que la produce pues podríamos enmascarar el auténtico trastorno responsable del aumento de temperatura y retrasar el diagnóstico.
Duración:
Clasificación de la fiebre según el tiempo de evolución:
- Fiebre mantenida, con muy pocas variaciones a lo largo del día y de los días, en general resulta un dato de posible gravedad.
- Fiebre intermitente, cuando la temperatura sube y baja en cortos periodos de tiempo, como ocurre en los abscesos, infecciones generalizadas y tumores malignos.
- Fiebre recidivante, cuando vuelve a aparecer después de periodos de días libres. Son típicas de ciertas enfermedades tropicales como el paludismo y en otras infecciones infrecuentes como la borreliosis.
Tratamiento:
La fiebre no tendría que bajarse siempre y rápidamente, aunque es difícil dar normas estrictas.
En general resulta aconsejable tomar antitérmicos (aspirina o paracetamol) en caso de:
- Temperatura elevada: las temperaturas mayores de 41ºC son más perjudiciales que beneficiosas y mantenidas cierto tiempo pueden dañar a diversos órganos.
- Niños con convulsiones febriles: deben mantenerse la temperatura por debajo de 38ºC. Tras un episodio de estas convulsiones se recomienda dar antitérmicos cuando se superen los 37,5ºC, para evitar la repetición.
- Mujeres embarazadas.
- Ancianos.
- Personas con problemas cardiacos, pulmonares o cerebrales.
- Cuando la fiebre produzca muchas molestias al paciente.
Por el contrario, no esta indicado bajar la fiebre en los siguientes casos:
- Febrícula: las temperaturas menores de 38ºC suelen ser poco molestas y pueden dar información valiosa sobre la enfermedad.
- Cuando no hay un diagnóstico claro. Al bajar la fiebre también se alivian otros síntomas como el dolor y, además, se alteran los patrones de la fiebre que pueden dar una idea de la enfermedad que eleva la temperatura. Una situación frecuente en las urgencias médicas es el retraso en el diagnóstico de una apendicitis por dar antipiréticos a niños con dolor abdominal y fiebre sin consultar al médico.
Pronóstico:
La fiebre también tiene sus riesgos y problemas, como la deshidratación por la pérdida de sudor y la sobrecarga del corazón por el aumento de su ritmo de contracción, lo que puede ser grave en personas ancianas o con problemas cardiacos.
Es importante detectar la fiebre y saber la causa, ya que hay diversas enfermedades, que cursan con estado febril.